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viernes, 11 de junio de 2010

El Partido Conservador dos semanas después de las elecciones presidenciales.

Derrotado el Partido Conservador en la pasadas elecciones, en el que se escuchó el llanto y crujir de dientes de muchos copartidarios, por la orfandad en la que dejaron a la digna candidata Noemí Sanín Posada, quedó en el ambiente un ánimo de iconformidad por la falta de compromiso de muchos Senadores , Representantes y líderes políticos de la causa azúl. Los que fuímos leales con nuestra candidata, también reprochamos la manera tan apresurada como el Directorio Nacional Conservador se adhirió al candidato Santos. Pienso que se debió dar una mirada a lo que recientemente sucedió en Gran Bretaña, donde hubo todo un forcejeo político para garantizar unas mayorías parlamentarias, esas negociaciones dieron lugar a que el nuevo Primer Ministro Camerum llegará al poder con compromisos de cumplir parte de los programas propuestos por sus adversarios. Repasando la prensa nacional, he encontrado columnistas de opinión conservadora que piensan igual, por lo que me permito reproducir la columna publicada en El Periódico El Colombiano por el Dr Alberto  Velásquez Martínez, el pasado 9 del corriente mes. 

“Perder es ganar un poco”

Las directivas del conservatismo fueron las primeras que corrieron a adherirse a Santos.
Les bastó que el candidato ganador de las elecciones del domingo asintiera, con un
simple movimiento de cabeza, para entrar alborozados en la que será indudablemente la
fórmula ganadora del 20. Ni siquiera esperaron a que su candidata oficial -que fue dejada
en mitad de camino por los mismos ex presidentes goditos que en su proclamación
la llenaron de lisonjas- elaborara, no sólo su propio duelo, sino el de una colectividad,
hoy gregaria en la búsqueda del poder por cuotas. Menos abrieron expectativas a través
del suspenso, que fuera por lo menos reflejo de una hipotética discusión interna.
Indudablemente que habría sido más digno para el conservatismo -estrepitosamente derrotado
con su antiguo socio el liberalismo por las nuevas expresiones políticas- adherir a
Santos, después de una discusión racional sobre aquellos aspectos esenciales de su ideología,
que han constituido la espina vertebral de su programa. Así el candidato Santos,
con las inmensas mayorías demostradas el pasado domingo, no tuviera premura de buscar
adeptos sino esperar que estos llegaran, el conservatismo ha podido hacer su apoyo con
mayor pausa y decoro. Disimular un poco más en su carrera oportunista.
Posiblemente Santos también estaba interesado en enriquecer su acervo doctrinario
con la participación temática de una colectividad que fue socio importante del presidente
Uribe en los dos cuatrienios que agonizan. Por simple presentación, por
mera apariencia de dignidad, no ha debido el conservatismo correr tanto para demostrar
que estaba ansioso -como colectividad organizada- de ser incluida en la ejecución presupuestal
del próximo mandato. Y menos de quedarse sin la cuota burocrática, que ha sido
el oxígeno que le ha impedido morir prematuramente.En 1966, en la candidatura
de Carlos Lleras, y en pleno Frente Nacional, Antioquia salvó el decoro del conservatismo
colombiano. En una convención regional, el país estuvo pendiente de la decisión
paisa sobre esta candidatura presidencial, que en su momento, como ahora la de
Santos, estaba prácticamente ganada por Lleras Restrepo.Los jefes conservadores regionales
-que a su vez hacían parte de las jefaturas nacionales- reunieron a más de 300
convencionistas para someter el nombre del caudillo liberal al escrutinio azul. De Bogotá
vino Augusto Ramírez Moreno, un orador brillante, a imponer aquel nombre que antes
despertara tantas reticencias por sus antecedentes sectarios. Algunas voces, procedentes del
sector de J. Emilio Valderrama, pidieron que se condicionara esa adhesión, al compromiso
solemne que debiera adquirir Lleras con las tesis descentralistas de Antioquia. Así
se aprobó. Vino LlerasaMedellín y en reuniones con las jerarquías azules, firmó el célebre
pacto de Lindaraja -nombre de la finca endonde se realizaron las reuniones- en el
cual se recogían las ambiciones yprogramas del partido en materia de descentralización.
El conservatismo entró por la puerta grande, con dignidad y sin reptar, para respaldar
aquella candidatura, en el momento apropiado y sin oportunismo alguno.
Ahora las directivas del conservatismo entraron en tropel, sin condición fundamentada alguna,
en el póker del seguro ganador.Lo hicieron sin debate intelectual interno. Sin buscar -
en ese Acuerdo Nacional santista- una simple afirmación ideológica. Lo importante era
que no se le excluyerade la coalición gubernamental, vale decir de la gobernabilidad burocrática.
Minado y desconcertado debía entrar a empellones a contentarse con un seco en la
lotería. Ya no era la fuerza que decidía sino que como apéndice se sumaba. Seguramente para
explicar a sus confundidas masas tal decisión, las directivas de ese partido echarán mano
de la frase maturanesca de que “perder es ganar un poco…”.
. .